Nos peleamos y lo filmamos con el celular, lo subimos a la web, lo miramos en You Tube y luego sale en los noticieros. Todos nos ven: conseguimos la fama.
La violencia no es una problemática actual ni juvenil. Es una cuestión estructuralmente social, en donde se conjugan los medios de comunicación, la familia, la escuela, el gobierno, las instituciones y los individuos. Las políticas neoliberales fueron violentas y crearon en las presentes generaciones la cultura del “tengo derecho a…pero no tengo ninguna obligación”, a través de prácticas asistencialistas y excluyentes. Los problemas económicos, sociales y políticos del Estado se traducen en comportamientos individuales. En la actualidad, a la violencia debemos sumarle las nuevas tecnologías; lo que provoca una nueva forma de pelea y acoso a la intimidad: Ciberbullying, Bum fights, Happy slapping y Bum Hunt (ver “Diccionario de…”).
Los jóvenes de hoy se convierten en documentalistas improvisados, asistidos por celulares, Internet, cámaras digitales, etcétera; convirtiendo la vida en un espectáculo. Filman peleas callejeras, escenas de sexo, hechos violentos en los colegios contra compañeros y maestras, con la idea de publicarlo. La necesidad de mostrarse y mostrarlo va más allá de la dignidad, los valores y la intimidad.
Existe entre los adolescentes la necesidad de construir una identidad y superioridad entre los pares. El que posee la filmación de una pelea tiene poder en sus manos; y humilla al otro para demostrar lo que es, para distinguirse y sentirse popular. Un ejemplo de ello es lo que nos cuenta Isabel Natali (maestra del Colegio Antonio del Viso): “tres chicos de sexto grado, le bajaron los pantaloncitos a uno de sus compañeros y le sacaron fotos con su celular”. Este hecho no trascendió a los medios, sin embargo constituye una situación de acoso constante.
La problemática es macro. La pobreza, el desempleo, la inexistencia de políticas sociales inclusivas, la indiferencia del Estado, la falta de posibilidades de elección, son violentas. Rossana Reguillo Cruz (mexicana, doctora en Ciencias Sociales y especialista en colectivos juveniles latinoamericanos) señala que los acontecimientos de violencia “siempre han existido pero hoy se agudizan, tanto por razones del orden neoliberal como por el acceso a la visibilidad mediática. La diferencia con el pasado es el rol social del Estado, que antes encontraba mecanismos para mantener a los sectores excluidos en condiciones menos duras. Pero, con el rompimiento absoluto de toda política social, esto se vuelve muy complicado”. Según Reguillo Cruz “los jóvenes que viven en la zona de marginación producida por el neoliberalismo comparten un desencanto y una desesperanza respecto al mundo social. Sin embargo, poseen la capacidad de invención de nuevas formas de lazos sociales, entre ellas: la pandilla (forma violenta de expresión de este fenómeno).” Estos grupos juveniles se manifiestan, por ejemplo, mediante las peleas entre tribus urbanas (floggers vs. cumbieros), producidas, principalmente, por la falta de tolerancia que existe entre ellos.
Finalmente, debemos recordar la participación de los noticieros televisivos y los diarios online que muestran sucesos violentos registrados desde un celular, en cualquier horario.
¿La difusión de las filmaciones ayuda a resolver la problemática llamando la atención de la sociedad; o le sigue el juego a quienes lo filman para que se vea? Según Cecilia Cortés (Psicóloga Social) “los medios no permiten que se abran espacios de debate profesional. Acotan la problemática al suceso y sus protagonistas. No se analiza el contexto, la sociedad, las vivencias del niño, la situación que vive el país. Ellos muestran imágenes violentas en todos los horarios y eso violenta a la persona humana”.
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