3 de febrero de 1972
Lo subieron al auto y lo llevaron a la comisaría. Carlos Eduardo Puch al principio lo negó. Pero enseguida se confesó y le reveló a la policía todos sus delitos, incluso aquellos que no estaban registrados.
Unas horas antes, los efectivos habían registrado el chalet de los padres de Carlos y encontrado en un rincón de un piano, que alguna vez tocó: el dinero de los robos, dos revólveres calibre 32 y cinco calibre 22.
Las pistas que lo involucraban, tenían que ver con la muerte de su cómplice de delincuencia, Héctor Somoza. Su compañero fue asesinado de un disparo en el corazón y tenía su rostro y parte de su cuerpo quemado. Carlos, también conocido como el Ángel Negro, lo había matado.
1 de febrero de 1972
Entraron en una ferretería. Como siempre, mataron de un disparo al cuidador e intentaron abrir la caja registradora con un soplete. Héctor trabajaba mientras Carlos vigilaba. En un momento, Somoza hizo una pausa y se acercó a su compañero desde atrás. Robledo Puch se sobresaltó y le disparó. Después le quemó la cara con el soplete, abrió el cofre, recogió el botín y se fue.
Un coche de la subcomisaría llegó a las cuatro de la tarde al chalet. Apenas llegaron, apareció un chico en una moto. Le preguntaron si conocía a un tal Somoza. Robledo Puch se hizo el desentendido y respondió que no. “Debe ser un amigo tuyo, porque tenía tu cédula en el bolsillo”, contestó la policía.
Ángel Negro
Carlos Eduardo Robledo Puch es considerado el mayor delincuente de la historia argentina. Fue hallado culpable de 11 homicidios, 17 robos, una violación y dos secuestros, antes de cumplir los 20 años de edad. Actualmente se encuentra en un penal situado a unos 60 kilómetros al sur de Capital federal.
Fue atrapado el 3 de febrero de 1972, se escapó de la cárcel el 7 de julio de ese mismo año y fue nuevamente apresado a las 64 horas de la fuga.
Recientemente, Roble Puch envió una carta al Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos Aires para pedir la libertad. Argumentaba que ya había cumplido largamente los plazos de la condena a reclusión perpetua y que quería dejar la cárcel. Sin embargo, la Justicia tiene deparado otro final para el Ángel Negro. El conjuez de la Cámara Penal de Apelaciones de San Isidro, Duillo Alberto Cámpora, le denegó el pedido de libertad. Los fundamentos fueron la falta de iniciativa de parte del delincuente para aprender un oficio en la cárcel y la no demostración de buena conducta.
El Ángel Negro, aquel muchachito rubio, flaquito, de exuberante cabellera rizada sigue tras las rejas. Tiene 56 años, unas cuantas arrugas y el pelo canoso, espera pero no se arrepiente.
Lo subieron al auto y lo llevaron a la comisaría. Carlos Eduardo Puch al principio lo negó. Pero enseguida se confesó y le reveló a la policía todos sus delitos, incluso aquellos que no estaban registrados.
Unas horas antes, los efectivos habían registrado el chalet de los padres de Carlos y encontrado en un rincón de un piano, que alguna vez tocó: el dinero de los robos, dos revólveres calibre 32 y cinco calibre 22.
Las pistas que lo involucraban, tenían que ver con la muerte de su cómplice de delincuencia, Héctor Somoza. Su compañero fue asesinado de un disparo en el corazón y tenía su rostro y parte de su cuerpo quemado. Carlos, también conocido como el Ángel Negro, lo había matado.
1 de febrero de 1972
Entraron en una ferretería. Como siempre, mataron de un disparo al cuidador e intentaron abrir la caja registradora con un soplete. Héctor trabajaba mientras Carlos vigilaba. En un momento, Somoza hizo una pausa y se acercó a su compañero desde atrás. Robledo Puch se sobresaltó y le disparó. Después le quemó la cara con el soplete, abrió el cofre, recogió el botín y se fue.
Un coche de la subcomisaría llegó a las cuatro de la tarde al chalet. Apenas llegaron, apareció un chico en una moto. Le preguntaron si conocía a un tal Somoza. Robledo Puch se hizo el desentendido y respondió que no. “Debe ser un amigo tuyo, porque tenía tu cédula en el bolsillo”, contestó la policía.
Ángel Negro
Carlos Eduardo Robledo Puch es considerado el mayor delincuente de la historia argentina. Fue hallado culpable de 11 homicidios, 17 robos, una violación y dos secuestros, antes de cumplir los 20 años de edad. Actualmente se encuentra en un penal situado a unos 60 kilómetros al sur de Capital federal.
Fue atrapado el 3 de febrero de 1972, se escapó de la cárcel el 7 de julio de ese mismo año y fue nuevamente apresado a las 64 horas de la fuga.
Recientemente, Roble Puch envió una carta al Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos Aires para pedir la libertad. Argumentaba que ya había cumplido largamente los plazos de la condena a reclusión perpetua y que quería dejar la cárcel. Sin embargo, la Justicia tiene deparado otro final para el Ángel Negro. El conjuez de la Cámara Penal de Apelaciones de San Isidro, Duillo Alberto Cámpora, le denegó el pedido de libertad. Los fundamentos fueron la falta de iniciativa de parte del delincuente para aprender un oficio en la cárcel y la no demostración de buena conducta.
El Ángel Negro, aquel muchachito rubio, flaquito, de exuberante cabellera rizada sigue tras las rejas. Tiene 56 años, unas cuantas arrugas y el pelo canoso, espera pero no se arrepiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario